lunes, 14 de enero de 2013

Ha nacido una estrella (I)

Como casi todo el mundo sabe ya, el pasado 28 de diciembre nació nuestra pequeña Alejandra. No tengo mucho tiempo para escribir una entrada como ella se merece, pero quería empezar a dejar fotos por aquí, porque luego se me acumulan y me cuesta mucho más seleccionar.

Estas fotos que os enseño son parte de una sesión que le hice un par de días después de que Victòria Peñafiel estuviera en casa haciéndole fotos y animándome a coger la cámara, que andaba yo un poco perezosa con el tema. Y menos mal que me animó, porque me hubiese perdido esas dos primeras semanas del bebé sin posibilidad de volver atrás para poder hacer este tipo de fotos.

Las fotos que hice de la mano de Victòria os las enseñaré otro día. Por ahora, dejo estas otras...




















lunes, 22 de octubre de 2012

Un paseo entre los charcos

Porque a veces no nos damos cuenta de que unos paraguas, unas botas de agua, unos charcos y un final de fiesta en la miniferia son suficientes para ser felices...

Y, con muy poco esfuerzo, un paseo entre los charcos se puede convertir en un paseo entre las nubes.


 

Iñigo no sale en ninguna foto, pero estaba, como siempre... :)

jueves, 24 de mayo de 2012

Carta a mis hijos



Queridos hijos:

Os quiero.

Por existir, por llegar a mi vida y dotarla de tanto sentido. Antes de vosotros, no sé qué hacía yo en el mundo. De verdad que no lo sé. O sí lo sé, pero no me acuerdo, ni quiero acordarme.

Por llenarme, por completarme, por ser mi motor, mi fuerza, mi motivo, mi vida.

Porque sacáis lo mejor de mí. Porque me hacéis mejor persona, o, como mínimo, menos mala. En realidad, solo he conocido a tres personas buenas (vuestro padre es una), y yo no me parezco en nada a ellas, así que mejor así, lo dejamos en que me hacéis menos mala.

Porque también seríais capaces de sacar lo peor, si fuera necesario, os lo puedo asegurar. Siempre he pensado que nadie como los hijos puede hacer aflorar el lado felino de una mujer con más eficacia y contundencia.

Por esa carita que se os ilumina cuando, al salir del colegio, me veis esperando en la puerta. Y por esa carrera que culmina en un abrazo tan fuerte que casi siempre conseguís tirarme al suelo. Hacéis de ése el mejor momento del día.

Por pedirme que os cuente un cuento cada noche ("¡E'que papá no sabe!"), y por disfrutar tanto con mi entonación tan teatrera y exagerada.

Por hacer del "Jesusito de mi vida (que erez niño pocoyó)" la poesía más dulce y tierna que jamás haya podido escuchar.

Porque cuando creo que todo me sale mal y que mi vida es un asco y me empiezo a hundir, como el pobre Artax, en los Pantanos de la Tristeza, solo tengo que veros sonreír o preguntaros cuánto me queréis o hundir la nariz en vuestra barriga y haceros una pedorreta, para volver a ser feliz y dar gracias al cielo por ser tan afortunada de teneros.

Porque, gracias a vosotros, he tenido sentimientos que nunca pensé que existieran. Ni con tanta intensidad tampoco. Es tanto mi amor por vosotros, que, a veces, lloro solo de pensar en ello. Y lloro porque tanto es lo que os quiero que, de vez en cuando, tengo que vaciar un poco mi corazón, que, de tan apretado y lleno, lo siento explotar.

Gracias por vivir, por estar sanos, por ser felices, por ser niños.


No quiero terminar esta carta sin desearos que encontréis una compañera (o compañero, lo que sea) que os sostenga y os dé tanto amor y calor como lo hace vuestro padre conmigo.

Hoy no ha sido un buen día. Pero aquí estáis vosotros, para que no acabe tan mal como ha empezado.

Yo os voy a pedir un favor: quedaos a mi lado, por favor, pase lo que pase. Que no entiendo mi vida sin vosotros.

Mamá.


martes, 10 de abril de 2012

Mi mamá aún me mima

Ayer tocaba homenaje, pero no me dio tiempo a publicarlo (ya sabía yo que esto de llevar el blog tan al día era raro). Fue el cumpleaños de mi madre, los tayseis añitos mejor llevados que he visto nunca, por dentro y por fuera. Y es que el afamado y mundialmente conocido aspecto juvenil de mi madre es reflejo de lo que va por dentro, pero de verdad.


Mi mamá siempre me ha mimado mucho, ¿sabéis? Bueno, lo que yo me he dejado, que soy cariñosa, pero cuando me da por sacr las uñas, nadie me gana. Pobrecita, la de veces que le habré clavado las uñas y la de veces (las mismas) que ella habrá hecho borrón y cuenta nueva con un simple "Lo siento, mami", es como si ese "Lo siento, mami" fuera un borrador, un quitamanchas de los que no dejan rastro. Eso mola, pero claro, me ha mal acostumbrado. A mis treinta y cuatro años, sigo intentando controlar esta horrible faceta mía, que me hace ser antipática, arisca y, a veces, hasta cruel con los que más quiero.


Pero bueno, que yo aquí venía a hablar de lo mucho que mi mamá me ha mimado y lo que lo sigue haciendo.

 

Ella siempre ha estado ahí, cuando la he necesitado y cuando no. Cuando estoy cerca, ella es feliz, y no tiene ningún prblema en hacérmelo saber. Cuando estoy lejos, ella también lo acepta, y, aunque le apena, me espera, porque sabe que siempre vuelvo. Ha sido mi apoyo, mi pilar, mi constante, mi consejera (todavía me pregunto cómo lo hará para tener siempre razón, qué tía, no falla), mi adivina (imposible disimular con ella, si me pasa algo, ella lo sabe)... ¿Mi amiga? No, yo no creo que mi madre sea mi amiga.

 

Mi madre es eso, mi madre, y es lo que quiero, espero y me gusta de ella. Porque mi madre me quiere desinteresadamente, porque no espera nada de mí, porque no tengo que hacer más o menos para que me siga queriendo, porque no me exige nada a cambio, porque mi única misión en esta vida para ser querida por mi madre es seguir existiendo. Y eso da mucha paz. Es lo más relajante que existe. Saber que tienes a alguien en tu vida que te quiere así, gratuitamente.


Aunque debo confesar que, en los últimos años, han llegado un par de personajillos a nuestras vidas que me están robando bastante protagonismo, la verdad. "Yo no sé si el nacimiento de mis nietos me ha hecho más ilusión que el de mis hijas", dice de vez en cuando sin molestarse en hacerlo en voz baja. Y a mí eso me llena de orgullo y felicidad, qué queréis que os diga. Qué suerte tienen mis niños de la abuela que les ha tocado.


Y lo que me entiende. Eso también me da mucha paz. A mi madre le puedo contar cualquier cosa, que ella siempre, SIEMPRE, sabe ponerse en mi piel y entenderme. A la historia más rocambolesca, al sentimiento más rebuscado, al pensamiento más incomprensible, ella le encuentra el sentido. Imposible sentirse sola estando mi madre en el mundo.


En fin, podría contar muchas más cosas de mi madre. Que es guapísima, rubia y con unas piernas espectaculares, heredadas de su madre. Que todo ello hace que, por la calle, los señores se den la vuelta para mirarla, y que yo alucine cada vez que voy a su lado. Que, como decía mi padre, no hay nadie que lleve los tacones como ella. Que es simpática, divertida y alegre. Que le cae bien a todo el mundo, y que al que no le cae bien es o porque no la conoce como yo o porque le tiene envidia, no hay otra explicación posible. Que es fuerte, tenaz, coherente, luchadora, trabajadora y consigue todo lo que se propone. Que no para quieta, que en una mañana es capaz de cortar los bordes del césped del jardín, hacer comida para seis, ordenar el trastero y jugar un partido de golf sin pestañear. Que no nos parecemos en nada (cosa que siempre le ha dado mucha pena), menos en la voz. Que es la persona con más amplitud léxica en los campos del bricolaje y la costura que he conocido en mi vida. En serio, increíble, sabe el nombre de TODO, hasta de las cosas que ni siquiera sabía que tuvieran nombre.


Bueno, mamá, que me lío, que feliz cumpleaños. Te quiero muchísimo.

 

Por cierto, para que te convenzas de que cuando te digo que la luz no es buena y que los niños no están por la labor, es mejor NO hacer fotos:



¿¿¿Ves qué diferencia??? Jajaja!

martes, 3 de abril de 2012

Comida, juegos, niños... ¡fotos!

El otro día, después del Desfile de la Prehistoria, Isabel, la mamá de Gabriela, amiguita de Ignacio desde la guardería, propuso comer en su casa el sábado. Y claro, le dijimos que sí sin dudarlo. Ir a comer a casa de Gabriela es un planazo. Vive en un chalé con un jardín precioso y enooooorme, el paraíso de los niños. Pablo se tiró con la moto por un terraplén más que considerable. Yo sólo le oía llorar, pero no le veía. Me asomé al "precipicio" y allí estaba, tumbado en el suelo con la moto encima. Bajé corriendo y lo cogí en brazos. De repente, empecé a notar que todo me picaba. Pablo había caído encima de un hormiguero y se había llenado de hormigas el pobrecito. Pero es que, al cogerlo yo en brazos, ¡me las pasó a mí! ¡Lo que picaban las jodías!

En fin, anécdotas a un lado, a mí me encantan estas oportunidades de aparcar un poco mi papel de mamarazzi, y tener, por un día, modelos distintos a los que hacer fotos. ¡Lo que disfruto haciendo fotos a los niños!

Después de preparar la comida y poner la mesa, los niños se sentaron a comer.

Laura

Gabriela, la pequeña anfitriona.

Victoria, la hermanita de Gabriela, no se lo puso precisamente fácil a su madre...

Victoria, lamentándose de lo que tiene que sufrir por ser tan guapa. No la dejé respirar a la pobre.

Pablito, y su genuina forma de beber "café" (así le dio por llamar a la Coca-Cola)



Después, comimos los mayores. Una ensalada buenísima que hizo Isabel, albóndigas y unos rollitos de primavera auténticos que hizo Ping. Se suponía que yo tenía que llevar patatas, que sirvieran de guarnición a las albóndigas, pero entendí mal, y llevé gusanitos y patatas de bolsa... En fin, sin comentarios. Bien, comimos muy bien. Pero vamos, que yo estaba allí para hacer fotos, básicamente, ¡jajaja!
 
Gabriela, mi futura nuera.

Victoria.

Laura, monísima.

Alicia.

Alicia.

Y más Alicia. Esta niña sale bien en todas las fotos. Le hice millones.

Gabriela e Irene discutiendo. Son como Zipi y Zape, pero en niñas.

Victoria, con problemas para levantar la bici.

Victoria.

Gabriela y Victoria, las hermanitas.

Pablito. Mejor acompañado, imposible.

Irene, ideal. También excompi de la guarde.

Pablito y sus expresiones. Me encanta.

Manuel y Alicia. Los mellizos, hermanitos de Irene.

Supongo que os habréis dado cuenta de que no sale Ignacio. El pobrecito estaba malito. Se acostó en una camita antes de comer y se levantó prácticamente a la hora de irnos. Aquí, una de las poquísimas fotos que le pude hacer:



En fin, hice un montón de fotos, si os habéis quedado con ganas de ver más, aquí tenéis un pequeño montaje de los míos.

Por cierto, llevo ya dos noches sin mis niños en casa. El fin de semana pasado, vinieron la abuela y "atía" para llevárselos a Alicante, y mañana iremos Iñigo y yo para allá. Es increíble lo largos y aburridos que son los días sin ellos. Siempre quejándome de que no tengo tiempo para mí, y cuando por fin lo tengo, me doy cuenta de que mi vida empezó cuando ellos nacieron. Me muero por verlos.

Feliz Semana Santa a todos.